27 noviembre, 2008

Festival de Gijón, días 5 y 6

Siguen las crónicas desde Gijón:

Martes 25

Entre les murs, de Laurent Cantet
El título original era más claro que su traducción con respecto a las intenciones de Cantet: la clase a la que hace referencia este, no se refiere al conjunto de alumnos ―los personajes son empleados como títeres por el realizador para cumplir sus objetivos―, sino a las cuatro paredes ―tanto las de la clase como la de la sala de profesores, emplazamientos entre los que se establecen repetidos paralelismos―, como cárcel que sirve de catalizador para escenas de gran tensión; aunque, en ocasiones, esta fuerza se desplaza al exterior, como la estupenda discusión del profesor con dos de sus alumnas, mientras el resto de muchachos lo rodea.

Desgraciadamente, la censura o la autocensura hace que Cantet haga una serie de concesiones que lastran (ligeramente) al film y hacen que en algunos momentos (especialmente, al final) se acerque peligrosamente a una teleserie de instituto.

A zona, de Sandro Aguilar
Probablemente, el acontecimiento del Festival, como certifica el hecho de que el porcentaje de deserciones fuese el más alto hasta el momento (al menos, dos tercios de la sala), y que el único espectador que se atrevió a preguntarle algo a Aguilar, en la charla posterior, fue para un "¿y con esto qué nos querías decir?".

Un estilo narrativo que bebe, sin disimularlo en absoluto, de L'intrus, plagado de escenas muy "carnales", pero que, desgraciadamente, también deja claro que a su director le falta aún rodaje y que quizá debería haber esperado a tener más experiencia para abordar una propuesta tan ambiciosa. Un nombre a seguir.

Afterschool, de Antonio Campos
Crónica de amores y desengaños de instituto contada con distanciamiento y donde, desde el primer momento, se espera que la tensión contenida estalle. Y cuando estalla, la cosa mejora, pero tampoco es para tanto. Lo mejor, con diferencia, el vídeo que realiza el protagonista.

Miércoles 26

Liverpool, de Lisandro Alonso
Tras el paréntesis que supuso Fantasma, Alonso retorna a su fórmula habitual: una historia contada a partir de una serie de planos fijos, donde apenas pasa nada, casi sin diálogos y que, sin embargo, consigue emocionar. Mientras la fórmula continúe funcionando, que siga así.

Reflexos de Chaplin, VV.AA.
Cuatro cortos sobre Chaplin, con resultados simpáticos, en el caso de Lluis Hereu; rutinarios, con Isaki Lacuesta, y bastante tópicos y ñoños, el de Pere Vilà.

Por supuesto, la estrella de la función es el segmento de Albert Serra, una verdadera gamberrada (complementada con la entrevista en la que asegura que Chaplin no le interesa lo más mínimo y que aceptó este encargo por compromiso), con Hitler, Mussolini, Stalin y Mao sacándose la polla y haciendo el trenecito. Memorable.

East of Paradise, de Lech Kowalski
Historia autobiográfica en la que se pretende equiparar las purgas soviéticas de las que fue objeto la madre de Kowalski con la cara sucia de Estados Unidos, representada por un antiguo amigo, icono de la noche neoyorkina, que fallece de SIDA.

Escenas como la introducción del cadáver en el congelador mientras el tren que condujo a su madre hacia Siberia traquetea en la banda de sonido cobrarían una gigantesca fuerza si no fuese por una innecesaria y cargante voz en off que logra aniquilar cualquier logro con sus subrayados innecesarios.

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