25 noviembre, 2008

Festival de Gijón, días 3 y 4

Alcanzado el ecuador del Festival.

Lunes 23

Salamandra, de Pablo Agüero
Agúero retoma su corto Primera nieve, proyectado hace dos años en Gijón, envolviendo el cuarto de hora que duraba en hora y media de relleno. Si ya agotaba en la versión reducida, qué decir de esto.

Morvern Callar, de Lynne Ramsay
Típica encandiladora de audiencias con sus personajes alocados y su banda sonora con grupos molonguis, al final se queda en poco más que una Thelma y Louise con Andalucía sustituyendo a Colorado como punto de no retorno; bueno, aquí sí es de retorno, pero qué más da. Decepción bastante gorda, a tenor de las referencias que tenía: quizá haya envejecido a la velocidad de la luz.

Acné, de Federico Veiroj
Tópica, previsible hasta decir basta, una historia propia de episodio de cualquier serie juvenil rodada con más bien poca brillantez por un debutante en el largo; un par de detalles la libran por los pelos de la quema absoluta. En la lista de agradecimientos consta José Luis Cienfuegos, director del festival: será por proyectarla.

Martes 24

Profit Motive and the Whispering Wind, de John Gianvito
Provocadora de principio a fin, tanto en el fondo como en la forma. Una patada en los cojones de América, que por algo se ha convertido en una de las sensaciones cinematográficas de la temporada. Es curioso, pero en pleno siglo XXI todavía sigue teniendo bastante de transgresor el cierre de un film con La internacional, aunque sea en una versión que cuesta reconocer.

La trinchera luminosa del Presidente Gonzalo, de Jim Finn
Tan divertida como terrorífica, este falso documental sobre Sendero Luminoso da pie a cientos de reflexiones, como se pudo comprobar en la posterior charla con su realizador (que tiene también mucho de showman). Aunque comience revelando su naturaleza burlona con alguna escena conscientemente exagerada (los lápices y libretas explosivos), poco a poco, y gracias a su excelente acabado (en Hi8) uno va entrando en el juego.

La vie moderne, de Raymond Depardon
Preciosa tanto en su estructura (casi perfecta) como en el tono, a Depardon casi parece que le salga la película sola con colocar la cámara delante de unos viejos a los que se les van muriendo las vacas y las ovejas. Y, en cierta manera, es así.

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