30 agosto, 2007

Obito

No, no hay ninguna falta de ortografía en el título, que no soy de los que sostienen la famosa (pero no por ello menos descabellada) teoría de que sobre las mayúsculas no es necesario u obligatorio colocar tilde.

Es un óbito, sí, pero diminutivo. Diminutivo porque hasta en la portada del periódico en el que trabajaba ha sido ensombrecido por la muerte de un futbolista, y diminutivo porque el 99% de las personas que han opinado sobre su muerte lo han puesto a caldo. El 1% corresponde a sus conocidos más cercanos, porque no estoy muy seguro de que este hombre tuviese (ni quisiese) amigos. Obito también porque, para casi todos, el señor que se ha muerto no era el que escribía, sino el que se enfadaba por televisión reclamando más tiempo para su obra.

A mí también me ha importado un carajo; no por lo repelente de su carácter, algo en común con otros autores tremendamente admirables, como Fernando Fernán-Gómez, sino porque jamás he leído un libro suyo, ni encontrado el menor aliciente para acercarme a ellos, convencido de que era más un producto de grupo editorial que realmente un autor a considerar, impresión reforzada por los premios que se llevó (el Príncipe de Asturias echa para atrás a cualquiera) y por la mala impresión (no por polémico, sino por poco interesante) causada a través de lecturas ocasionales de su columna.

Pero si escribo esto no es sino para reseñar algo increíblemente entrañable, que baja al mundo y hace más humano al señor de la bufanda y las gafas.
la investigadora Anna Caballé reveló hace tres años en su libro Francisco Umbral, el frío de una vida, una vida que el autor desautorizó [...] descubrió [...] la partida de nacimiento del autor, nacido Pérez Martínez --Umbral es un apellido inventado-- en una inclusa de Madrid, donde su madre, leída hija de campesinos emigrados a Valladolid, dio a luz al pequeño Paco al margen del padre, a quien él no llegó a conocer jamás. La versión de Caballé choca diametralmente con los recuerdos del escritor que en los últimos tiempos llegó a evocar a su padre, según él, un azañista propietario de unos laboratorios farmaceúticos encarcelado en Madrid durante la guerra, que murió poco después de acabada la contienda. [1]
Lo que no hace sino confirmar que, en realidad, el Umbral gritón, el Umbral de la bufanda, el Umbral cuya mente vivía permanentemente en el Café Gijón, no era más que un personaje (el mejor) que él había creado. Tan patético como el Luys Forest de La muchacha de las bragas de oro, pero sin follarse a Victoria Abril.

[1] lavozdeasturias.es/noticias/noticia.asp?pkid=361884

24 agosto, 2007

Citas ilustres

Título: tardonero
Usuario: pibito25
Fecha: 23/08/2007 15:17
Pues petrovic me recuerda perfectamente a Fernando Alonso
Me lo han pasado (si suena a la vieja excusa y no os lo creéis, allá vosotros; yo tampoco lo haría), recién salido del infernal horno de los comentarios de marca.com.

13 agosto, 2007

Investigación

La stand-up comedy supuso, respecto al humor "por chistes" de Marianico el Corto, una apertura de miras; es decir, del humor de pajas se pasó al humor de pajas y porros.

Como adalid de la modernidad, me internaré en este nuevo territorio, proponiendo un sencillo experimento a los papás, para descubrir si los nenes le dan al canuto.

La prueba consiste en comentarle al hijo que para cenar hay mortadela y que se prepare un bocadillo. Mientras tanto, el preocupado progenitor permanecerá atento, disimulando, quizá con un sudoku, al proceso de preparación, para poder extraer sus conclusiones.

Si el chico parte el pan en dos, va colocando las lonchas sobre una de las mitades, y para acabar pone la otra tapa, no hay motivo de sospecha: el chaval está limpio.

Por el contrario, si el chico parte el pan en dos, pero las lonchas se las empieza a colocar sobre el brazo para, a continuación, poner encima una de las rebanadas de pan y, con un certero giro del hombro, voltear e invertir la posición de pan y mortadela, entonces es el momento para inspeccionar su habitación en busca de discos de Melendi.

10 agosto, 2007

Tráfico

Ya llegó, ya está aquí, la definitiva lista con los 10 motivos por los que mirar las estadísticas de tu blog:
  1. Porque te aburres mucho.
  2. Porque te aburres cantidad.
  3. Porque te aburres una jartá.
  4. Porque tienes menos trabajo que el sastre de Tarzán.
  5. Porque te sale de ahí.
  6. Porque es tope divertido ver las búsquedas en Google de abominables géneros pornográficos que han conducido a abyectos navegantes a tu blog.
  7. Porque tienes miedo de que te hayan enlazado en Digg, y el Adsense te haya hecho rico sin siquiera enterarte.
  8. Porque por la tele está el programa de Ramón García.
  9. Porque has terminado el sudoku del periódico.
  10. Porque ya la tienes en carne viva.
Reglas que, por supuesto, se resumen en dos; concretamente, la 1 y la 10.