29 noviembre, 2009

Festival de Gijón, días 7, 8, 9 y 10

Al margen de la proyección vespertina hoy domingo de las películas ganadoras (ver palmarés), esta edición ha finalizado. A continuación, las reseñas de los últimos cuatro días.

Miércoles 25

La pivellina, de Tizza Covi y Rainer Frimmel
Sin demasiadas pretensiones, logra un retrato desenfadado de una vida modesta e ingenua en las barracas, pero tampoco trasciende la comedia agridulce más que por las monadas de la bebé protagonista. La palabra que a uno se le queda en la boca tras ver esto es, simplemente: "¡Ohhhh!". Olvidable vencedora.

Trailer vivant, de Nicolas Klotz, Elisabeth Perceval y Santiago Fillol
El plato más fuerte de esta edición, con tres segmentos epistolares, dirigidos primero y último por Klotz/Parceval, y el segundo por Fillol. El tramo del argentino es un correcto collage fílmico con voz en off, al modo de un Godard o Marker. La chicha, sin embargo, aparece en la parte inicial y final, con imágenes excepcionalmente poderosas, como la escena del pobre expulsado repetidamente de un bar o la lectura del texto de Deleuze (sin subtitular) con una interminable pantalla en negro, recurso recuperado de La question humaine que aún sigue funcionando, y de qué manera.

Villalobos, de Romuald Karmakar
Mientras que la cinta sobre el budismo que Lluís Miñarro presentaba en el festival carecía casi por completo de interés para neófitos, este documental sobre la figura del creador techno alemán Ricardo Villalobos se sitúa en sus antípodas, logrando desde el instante lo que se exige en una obra de estas características: fascinar, tanto cuando muestra las reflexiones del compositor (retratado como una mezcla de genio y lunático), como en sus actuaciones en directo como deejay.

Jueves 26

Go get some Rosemary, de Ben Safdie y Joshua Safdie
Comedia puramente neoyorquina que sabe a tradición, y que trae a la memoria al instante a los numerosísimos cineastas que han retratado a esa ciudad. Todos los protagonistas bordean o sobrepasan la línea de la locura (lo que contrasta con figuras rígidas y planas que ejercen como portavoces del sentido común y el aburrimiento: la madre de los niños o el director de la escuela), con hilarante cameo incluido del dementísimo Abel Ferrara.

Morrer como un homem, de João Pedro Rodrigues
Una apuesta desaforada por el kitsch que se salda con resultados desiguales. Pueden resultar interesante su apuesta por un mundo habitado exclusivamente por travestis y homosexuales, su inclusión de centenares de elementos grotescos (el rosario dorado, la fotografía de Cristiano Ronaldo), las variaciones cromáticas y pausas narrativas para cantar, pero todo unido da lugar a un conjunto tan extremadamente excesivo que acaba por agotar, sin que por ello haya que olvidar ciertos méritos individuales.

Viernes 27

A religiosa portuguesa, de Eugène Green
Una trama ligera que se ve progresivamente invadida por la fascinación que Lisboa provoca en la protagonista y, sobre todo, en Green, que acaba convirtiendo a una capital portuguesa de postal en la conductora del relato. El característico uso de plano-contraplano del cineasta francés (que se interpreta a sí mismo en la metapelícula) alcanza en esta obra uno de sus puntos culminantes en la maravillosa conversación de actriz y monja.

Burrowing, de Henrik Hellström y Fredrik Wenzel
Personajes nórdicos que se ven agobiados por la vida en sociedad y acuden al bosque para conseguir la paz, mientras suena música clásica para que nos demos cuenta de lo lírico que es todo. La estupefacción que acompañará al espectador durante el metraje alcanza, al menos, una explicación durante los rótulos de crédito finales: produce Zentropa. No hase falta desir nada más.

Trash Humpers, de Harmony Korine
Para bien o para mal, la obra más relevante presentada a lo largo de este festival, aspecto que viene refrendado por la deserción antes del primer cuarto de hora de media sala, más la cara de perplejidad que se le quedó a la mayoría de los supervivientes. Un paso más en la dirección apuntada por su obra previa, nuevamente con protagonismo de desechos sociales, cuya diferenciación con respecto al hombre normal se va diluyendo conforme se aproxima el final de la obra. La crudeza de las imágenes, como siempre, se refuerza con el artefacto formal que supone rodar en vídeo, con los elementos OSD de la cámara incluidos.

Sábado 28

Border, de Harutyun Khachatryan
Áspera tanto en el contenido (la rudimentaria vida en un pueblo de la frontera armenia) como en el continente (el conductor del relato es un buey, y la película no contiene una sola línea de diálogo, salvo por el no subtitulado sermón del cura), esta crónica dividida en episodios coincidentes con las sucesivas estaciones del año brilla especialmente en los momentos menos documentales (cuando la mano del director interviene para abandonar la rutina), como el logrado tramo final.

Polytechnique, de Denis Villenueve
El aspecto más elogiado del Elephant de Van Sant era su distanciamiento de los asesinatos y las circunstancias que los rodeaban; por el contrario, el film de Villenueve opta por meterse hasta la cocina, sin escamotear el menor detalle, por macabro que resulte, además de incrustar un inenarrable e inoportuno discurso feminista que, faltaba más, se subraya cada minuto, e incluso con cartitas que despejan las dudas que le hubiesen podido quedar al espectador, leídas por amables voces en off. Un par de planos afortunados (uno con sangre, otro con hielo) evitan el desastre absoluto.

25 noviembre, 2009

Festival de Gijón, días 4 y 5

Llega el ecuador del festival; no se referencia el martes, que queda como jornada de descanso.

Domingo 22

Between Two Worlds, de Vimukthi Jayasundara
Parece que no existe otro camino para el sudeste asiático más que la selva. Construida como una sucesión de diapositivas granguiñolescas que conducen desde la revolución social a la personal, demuestra una gran valentía a la hora de incluir escenas que, de seguro, provocarán que no sea suficientemente tomada en serio y quede relegada a un papel a la sombra de Apichatpong (el referente inmediato). Posición que no se merece la película con más fuerza de las que han atravesado esta primera mitad de festival.

Nikotoko Island, de Takuya Dairiki y Takashi Miura
Una cinta contemporánea, en la estela de la obra de Albert Serra, pero con una óptica más infantil y diálogos menos memorables que los del cineasta gerundense. La novedad reside en el punto de vista japonés, marcado por la ingenuidad y la magia, pero empieza a vislumbrarse un problema en el horizonte como se extienda la creencia de que por rodar a gente cruzando escenarios naturales en plano panorámico se consigue hacer carrera de festivales.

Mal día para pescar, de Álvaro Brechner
El protagonista de ¡Ala... Dina! sirve de conductor en este relato mezcla de comedia y drama sobre la decadencia de un luchador (muy original no es, efectivamente). Todo muy correcto y olvidable, con excepción de algunos destellos que aparecen en el tramo final: la entrada en escena del sudor (en la frente del trilero) y la sangre le hace muy bien. La localización rural queda relativamente desaprovechada a pesar de que se incide en el retrato de tipos, pero de una forma excesivamente somera, salvo para los dos protagonistas.

Lunes 23

Welcome, de Philippe Lioret
Amnistía Internacional erró el tiro al elegir como representante en este festival a Francesca: mientras que allí simplemente se trataban problemas intestinos rumanos, Lioret carga las tintas sobre las leyes de inmigración francesas, así como sobre las actuaciones policiales en esta materia. Más allá del agradable discurso político, la trama remeda (nuevamente) El buscavidas, con el antiguo campeón de natación convertido ahora en maestro de un ilegal que pretende cruzar a nado el paso de Calais, al tiempo que ambos tratan de salvar sus relaciones. Mil veces vista, pero todavía disfrutable merced a su humildad y buen hacer.

Blow Horn, de Lluís Miñarro
En el coloquio posterior a la proyección, uno de los asistentes le comentó al productor y director que le había encantado, y aprovechó para preguntarle varias dudas que le habían surgido a lo largo del filme, contrastándolas con artículos de la revista "Cuadernos de budismo". Para los que no tenemos ni repajolera idea de los pormenores de esa religión, el largometraje se queda en un documental de La 2 (Otros pueblos) con torpeza artie añadida que hace imposible disfrutarlo incluso desde esa perspectiva. Y no será, desde luego, porque la fotografía (a cargo de Farnarier) falle o las imágenes no sean bonitas: simplemente no interesa ni mucho menos fascina.
Resaltar el detalle del incienso quemado en la sala por Miñarro antes de que la película comenzase.

La mujer sin piano, de Javier Rebollo
A pesar del temible adelanto que preparaba no hace mucho Cahiers du cinéma en su versión española, los dos puntos que hacían a uno temer resultan ser pan comido: Carmen Machi no es Aída y el discurso político sacado de Los guiñoles de Canal+ se lo reservó Rebollo casi en su totalidad para el encuentro con el público.
Los problemas de esta especie de relectura de Vendredi soir son bien distintos: el empleo de localizaciones reales y reconocibles para que el desangelado desarrollo resulte aún más marciano no acaba de tomarse en serio a sí mismo; pero es que ni siquiera lo pretende, porque está construido como una comedia, parece. Su director la describía como una mezcla de este género y el horror, aunque finalmente resulte poco cómica y más tirando a horrorosa.

22 noviembre, 2009

Festival de Gijón, días 2 y 3

Dos días más.

Viernes 20

Francesca, de Bobby Paunescu
La película por la que apostaba en esta edición Amnistía Internacional (que aprovechó la jornada para repartir panfletos con una nauseabunda postura equidistante que equiparaba 1.300 muertos palestinos con 13 bajas israelíes sin despeinarse). Afortunadamente, la cosa no está tan mal como pintaba, aunque no falte el descenso a los infiernos de la inocente protagonista atrapada en una red mafiosa de usura, resuelto, dentro de lo que cabe, con una afortunada contención.

La familia Wolberg, de Axelle Ropert
La propuesta más madura de estos primeros tres días de festival, un drama rural francés con trama y personajes sólidos. No reinventa nada ni aborda ningún tema novedoso (la enfermedad, la infidelidad, la emancipación, la familia), pero todo lo que hace, o casi todo (nadie se quejaría si se amputase el epílogo), lo hace bien.

My Suicide, de David Lee Miller
Encuadrada dentro de la sección Enfant Terribles, que suelo evitar por motivos obvios, arranca con un tono pretendidamente hipertransgresor, con novedades de la hostia como montaje videoclipero, cámara en mano o inclusión de fragmentos animados. Según avanza el metraje, el larguísimo metraje de casi dos horas, al realizador se le va olvidando todo eso y queda solo un telefilme de instituto aburrido y conservador, aunque, al menos, algo más digerible que el primer tramo. Sale por ahí el recientemente fallecido David Carradine, así que la habrán traído por eso, supongo. O espero.

Sábado 21

Edi, de Piotr Trzaskalski
Dramón del Este con violines tristísimos acompañando las sucesivas desgracias que le ocurren a la pareja protagonista, nueva reedición de Timón y Pumba: el hombre callado y digno junto al tontito gracioso y bonachón. Para el recuerdo algunas metáforas especialmente simplonas, como la castración, atentado último contra el orgullo, o la nevera que estos indigentes emplean para guardar libros; no tendrán algo que llevarse a la boca, pero cultivan el espíritu.

Here, de Ho Tzu Nyen
Demasiado ambiciosa, una propuesta interesante que se cuestiona (como toda película de manicomio) cómo distinguir la lucidez de la demencia, mezclando actores y figuras reales en una institución mental. Quizá sea su aspecto sintético, quizá su estructura demasiado cuadriculada, pero alguno de los engranajes falla e impide al autor explorar todo lo que tales planteamientos prometían.

Les beaux gosses, de Riad Sattouf
Por primera vez en más de una década, una comparación presente en la reseña del programa no es irrisoria, sino completamente acertada: ni más ni menos que un Supersalidos a la francesa. Pajas, amistad e iniciaciones en una divertida comedia deslumbrada ocasionalmente por las hipnotizantes apariciones de Emmanuelle Devos, como directora del centro.

20 noviembre, 2009

Festival de Gijón, día 1

Como todos los años, y van ya cuatro, realizaré desde este blog una breve crónica de algunas películas proyectadas en el Festival Internacional de Cine de Gijón.

Jueves 19

Soul Kitchen, de Fatih Akin
En el periódico que acompaña cada jornada de este certamen, el propio Akin explica que su intención con este filme era huir del estilo que había caracterizado su obra previa, optando por una propuesta basada en los convencionalismos; y a fe que lo ha conseguido, con una comedia que despliega todos los tópicos que caracterizan al cine europeo que recibe posteriormente premios de las academias (especialmente, los Premios del Cine Europeo). No falta nada: ni el ladrón gracioso y entrañable, ni el extravagante e incomprendido (por qué no, también entrañable) genio de los fogones, ni la entrañable chica que es artista de corazón pero trabaja de camarera, ni el protagonista que recibe hostia tras hostia de forma entrañable, ni el viejo entrañablemente lacónico, ni tampoco una trama oscilatoria que pasa a los personajes del caos a la decadencia y viceversa en una secuencia. Europea. Supereuropea.

L'épine dans le cœur, de Michel Gondry
Con Tarnation se planteaba la duda de hasta qué punto aquello era algo cinematográficamente interesante o simplemente se trataba de un desalmado vendiéndonos los higadillos de su familia para conseguir relevancia fílmica. Esta propuesta de un Gondry despojado de Kaufman y de todo artificio (salvo una maqueta de tren que sirve de narradora o un breve juego con cromas) trata de jugar a dos niveles, presentándose como relato de la lucha de su tía para salir adelante como maestra en la Francia rural, y dejando que, de manera gradual, las miserias de la familia vayan filtrándose a la superficie por los recovecos que deja la historia principal. El problema reside en que su familia es, por desgracia, de lo más normal, y los supuestos trapos sucios apenan tienen chicha que justifique el proyecto.

16 noviembre, 2009

Detalles

El avance más revelador con respecto a la inminente cuadragésima séptima edición del Festival Internacional de Cine de Gijón no se encuentra en su programa, ni en ninguna de las publicaciones que adelantan los filmes más relevantes que se exhibirán a lo largo de los diez días de los que consta.

Esta clave se encuentra en la portada de Les noticies de esta semana. Sí, echad un vistazo:


Os habéis fijado, ¿verdad? Así es: el rasgo de identidad más característico del capitán del barco, José Luis Cienfuegos, sus gafas de pasta, ha desaparecido para dejar en su lugar una montura al aire con vestigios de metal.

La dilución del espíritu que condujo este festival durante más de década y media es algo perfectamente trazable, y, como prueba del nueve, se puede emplear en caso de duda la ausencia de casi todos los nombres fuertes que se esperaban para esta edición.

Y conste que toda esta perorata no tiene nada que ver con que mi corto fuese nuevamente rechazado. Moverse por rabietas es propio de criajos y no diría nada bueno de mí. Nada bueno.