22 noviembre, 2009

Festival de Gijón, días 2 y 3

Dos días más.

Viernes 20

Francesca, de Bobby Paunescu
La película por la que apostaba en esta edición Amnistía Internacional (que aprovechó la jornada para repartir panfletos con una nauseabunda postura equidistante que equiparaba 1.300 muertos palestinos con 13 bajas israelíes sin despeinarse). Afortunadamente, la cosa no está tan mal como pintaba, aunque no falte el descenso a los infiernos de la inocente protagonista atrapada en una red mafiosa de usura, resuelto, dentro de lo que cabe, con una afortunada contención.

La familia Wolberg, de Axelle Ropert
La propuesta más madura de estos primeros tres días de festival, un drama rural francés con trama y personajes sólidos. No reinventa nada ni aborda ningún tema novedoso (la enfermedad, la infidelidad, la emancipación, la familia), pero todo lo que hace, o casi todo (nadie se quejaría si se amputase el epílogo), lo hace bien.

My Suicide, de David Lee Miller
Encuadrada dentro de la sección Enfant Terribles, que suelo evitar por motivos obvios, arranca con un tono pretendidamente hipertransgresor, con novedades de la hostia como montaje videoclipero, cámara en mano o inclusión de fragmentos animados. Según avanza el metraje, el larguísimo metraje de casi dos horas, al realizador se le va olvidando todo eso y queda solo un telefilme de instituto aburrido y conservador, aunque, al menos, algo más digerible que el primer tramo. Sale por ahí el recientemente fallecido David Carradine, así que la habrán traído por eso, supongo. O espero.

Sábado 21

Edi, de Piotr Trzaskalski
Dramón del Este con violines tristísimos acompañando las sucesivas desgracias que le ocurren a la pareja protagonista, nueva reedición de Timón y Pumba: el hombre callado y digno junto al tontito gracioso y bonachón. Para el recuerdo algunas metáforas especialmente simplonas, como la castración, atentado último contra el orgullo, o la nevera que estos indigentes emplean para guardar libros; no tendrán algo que llevarse a la boca, pero cultivan el espíritu.

Here, de Ho Tzu Nyen
Demasiado ambiciosa, una propuesta interesante que se cuestiona (como toda película de manicomio) cómo distinguir la lucidez de la demencia, mezclando actores y figuras reales en una institución mental. Quizá sea su aspecto sintético, quizá su estructura demasiado cuadriculada, pero alguno de los engranajes falla e impide al autor explorar todo lo que tales planteamientos prometían.

Les beaux gosses, de Riad Sattouf
Por primera vez en más de una década, una comparación presente en la reseña del programa no es irrisoria, sino completamente acertada: ni más ni menos que un Supersalidos a la francesa. Pajas, amistad e iniciaciones en una divertida comedia deslumbrada ocasionalmente por las hipnotizantes apariciones de Emmanuelle Devos, como directora del centro.

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