15 enero, 2017

Laísmo

El boca a boca, además de ser el título de una de las comedias del dúo Gómez Pereira-Oristrell que tanta risa nos daba hace ya veinte años (confiemos en que si, Dios no lo quiera, vuelven los noventa, no se traigan consigo estos efectos secundarios), es el sistema que se impone una y otra vez a las campañas publicitarias y que ha conseguido cargarse la carrera como director de Kevin Costner (para bien) o Michael Cimino (ya menos).

¿Cómo funciona esto? Pues tú te encuentras a Chema, el de compras, por la calle y el buen hombre te explica que no puede ser eso de que aún no hayas ido a ver la última del Amenábar, que va de una científica que es listísima, pero que acaba por pedir la eutanasia. ¿Vais viendo el rollo?

La clave del éxito de este modo de difusión reside en su insistencia: los millones solo pueden pagar paneles en autobuses o a Susanna Griso explicando en un aparte las innumerables cualidades del film, mientras un rótulo sobreimpresionado nos advierte de que se trata de un anuncio y que, por una vez, no debemos tomarnos al pie de la letra sus palabras; sin embargo, los evangelistas no remunerados del producto no cejarán hasta que no aceptemos la necesidad de seguir sus consejos.

Afortunadamente, vosotros, lectores de este blog, a la imagen de vuestro pastor, no solo sois gente escéptica, sino que, como tiene que ser, estáis cargaditos de prejuicios, por lo que la mera existencia de una de estas corrientes os sitúa alerta y proclives, en todo caso, a evitar la obra difundida por los portadores de la buena nueva.

He aquí el problema: ¿cómo evitar ganarse un enemigo en el departamento de compras? Desde luego, decirle que ese muermo nos interesa tanto como el congreso del PSOE no es una opción viable a menos que pretendamos convertirnos en el snob del curro, y aún menos aconsejable resulta responderle desde la condescendencia, porque se nos va notar. Si queremos salir indemnes de este lance, nuestra única alternativa pasa por cambiar de tema de forma elegante.

¿Cómo? Pues aquí van una serie de ejemplos extraídos de la vida real que os podrán ayudar cuando os encontréis en una situación como esta.

Va uno:
— ¿En serio no has visto aún La La Land?
— ¡A mí el único La la la que me gusta es el de la Massiel, jojojo!
Otro:
— La sexta de Juego de tronos merece mucho la pena.— Macho, yo si quiero ver a un enano ya me pongo el partido del Barça, equisdé.
Y ya el último, con el que espero que la estrategia quede lo suficientemente clara:
— El último de Paulo Coelho me ha cambiado la vida.
— Ya, ¿pero a que no sabes qué músculo es el coelho? ¡Pues el que va desde los cojones hasta el cuello, jajaja!
Como siempre, a vuestra disposición para compartir con vosotros los consejos que constituyen la receta de mi éxito.