24 noviembre, 2006

Festival de Gijón, día 1

Durante los próximos días se os servirán desde este weblog las críticas de las películas que su autor acuda a ver al 44 Festival Internacional de Cine de Gijón.

Ayer, primer día, fueron las siguientes:

La vie de Jesus, de Bruno Dumont
Dumont era, a priori, el autor que más me interesaba de entre los tres a los que Gijón dedicaba este año una retrospectiva (los otros son el mediocrón Larry Clark y el semidesconocido Peter Whitehead), y ya desde la primera película mi acierto se ha visto confirmado. Un drama rural sucísimo, hiperfeísta, protagonizado por rednecks incapaces de mantener una conversación de más de tres palabras, donde el sexo se limita al contacto animal, y el racismo y el hacer el gilipollas con la moto son los únicos puntos de unión entre la pandilla protagonista.

Una vida de desempleo, apatía, gamberrismo (oscilante entre la chiquillada y los más sangrantes delitos) que culmina en crimen.

Level Five, de Chris Marker
Me esperaba algo cercano al videoarte cuando entré a ver este film, sí, pero lo más alejado de este seudodocumental sobre la batalla de Okinawa, hilado a través del diario electrónico (¿blog? probablemente) de una protagonista dueña y señora de la imagen, que rellena libros y libros de Historia cada vez que abre la boca.

El vídeo es convertido a la vez en esta cinta en un testigo de máxima fiabilidad y en un trilero (cf. el F for Fake de Welles) alertándonos del silencio en la memoria histórica (concepto que definitivamente deja a la altura del betún) sobre todo aquello que no interesa recordar.

Probablemente, una de las más brillantes reflexiones sobre la guerra, a la altura del (por supuesto, referenciado) Hiroshima, mon amour de Resnais.

Lights in the Dusk, de Aki Kaurismäki
Con una sala a reventar, a diferencia de las otras dos sesiones del día (¿cuándo alcanzó tal popularidad Kaurismäki?), llegó la primera gran decepción del festival.

Kaurismäki, quizá demasiado preocupado por la autoría, se excede de tal manera en subrayar cada uno de los elementos que le han llevado al reconocimiento (inocencia de los personajes, calma en la puesta en escena, tono de cuento) que acaba por pasarse de rosca, entregándonos algo que en nada remite a sus mejores obras, sino que acaba por parecer algo similar al Von Trier de Dancer in the Dark, con un protagonista que se toma demasiado a pecho aquello de poner la otra mejilla.

Una historia escrita con una letra tan gorda que el final ya se atisba desde el primer minuto; paradójicamente, Kaurismäki parece haber perdido el Norte.

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