21 noviembre, 2010

Festival de Gijón, día 2

Segundo día, centrado en el cine alemán y en noventa boquerones fritos, que luego se conoce que eran sardinas.

Sábado 20
Flascher Bekenner, de Christoph Hochhäusler
Viaje al fondo de la mente de un joven que, como no sabe qué hacer con su vida, decide intervenir sobre las ajenas. Con algo de Van Sant, un poco de Cronenberg, y, afortunadamente, nada de Fernando León de Aranoa, admirable por su ensayo sobre la alienación, con las entrevistas de trabajo y las conversaciones en las que resulta obligado reemplazar la personalidad con la fórmula o la cara con las máscaras que protagonizan la escena más memorable de la cinta.

La vida sublime, de Daniel V. Villamediana
Retorno al festival de una de las figuras más relevantes del cine español contemporáneo, tanto en su labor crítica (a través, principalmente, de la iniciática revista Letras de cine), como de guionista (papel que lleva a cabo en las dos primeras películas de José María de Orbe) y director.

Tras El brau blau, que presentó en Gijón hace un par de años, Villamediana, como entonces, parte de una idea muy buena, excelente, como lo son todos los planteamientos que le conozco (¿cómo discurre la vida de una repartidora de publicidad? ¿es suficiente querer que haya un toro para poder torearlo?); concretamente, el recorrido a través del pasado familiar, tomando ventaja del olvido para darle color a todas las estampas que no lo satisfacen completamente.

Un viaje que, en cierta manera, actualiza de manera díptica la obra de José Val del Omar, a través de los campos de Castilla y las casas encaladas andaluzas que deja tiempo para lo mejor, como la impresionante estampa de la tierra castellana bañada por las olas artificiales de los aspersores o la física escena de las noventa sardinas fritas, con el protagonista, el excelente Víctor Vázquez, sudando a chorros para lograr su objetivo falsificador. Y, al lado de esto, diálogos absolutamente sobreros, con escenas tan sangrantes como el absurdo poema, o la conversación con el actor más lamentable que he visto jamás en una pantalla, Álvaro Arroba, dentro de una conversación repleta de guiños innecesarios al espectador cómplice.

Villamediana es un excelente guionista, pero su carrera como director avanza con un ritmo, aunque prometedor, bien distinto. Aunque no sería justo si no señalase la obviedad de lo complicado que resulta pasar del plano de las ideas al de los hechos con presupuestos tan reducidos.

Klassenfahrt, de Henner Winckler
El puesto de referente contemporáneo en lo que se refiere a viajes iniciáticos adolescentes y a triángulos amorosos abordados desde el punto de vista geek está ocupado con firmeza por Adventureland; la gamberrada juvenil que deriva en un sentimiento de culpa que no se va del cuerpo por mucho que se intente ya la mostró Gus van Sant como nadie en Paranoid Park.

Entonces, ¿qué papel juega este pastiche que precede a ambas en el tiempo? Más allá de su bastante fidedigna recreación de un viaje de estudios, resulta torpe tanto en el trazo de los personajes y aquello que los mueve, como en el desarrollo de las situaciones en las que se ven envueltos.

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