20 noviembre, 2010

Festival de Gijón, día 1

Como todos los años, y van ya cinco¹, comienzo con un párrafo completamente formulario mis crónicas del Festival Internacional de cine de Gijón, que abrió ayer su cuadragésima octava edición.

Viernes 19

I'm still here, de Casey Affleck
Una especie de Jackass (programa que tenía entre sus impulsores a Spike Jonze) con Joaquin Phoenix haciendo el burro. Desgraciadamente, Casey Affleck se cree que, por haber actuado a las órdenes de Gus Van Sant, puede hacer su propio Gerry, intercalando entre las payasadas, de las que destaca especialmente la aparición en el programa de David Letterman, fragmentos de vídeo casero y escenas de búsqueda interior con exploración del terreno.

Menos arriesgada de lo que presume, con todo, deja más de un momento para el recuerdo, la mayoría de ellos protagonizados por Puff Daddy, que parece ser el único de los participantes que no se ha dado cuenta de la monumental broma, lo que da pie a arranques de sinceridad como el que le dedica a Affleck a propósito de su participación en El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford. 

Por tu culpa, de Anahí Berneri
Algo que comienza como la requetevista propuesta festivalera consistente en agobiar al espectador a través de situaciones incómodas envueltas en planos demasiado cercanos, en los que se puede oler el sudor, palpar la sangre, atravesar los poros de la cara de la protagonista, adquiere entidad a partir del ecuador de la cinta, cuando se comienza a desarrollar algo parecido a un discurso; de corte abiertamente conservador, pero no por ello menos discurso.

La nota negativa se la lleva la horrenda proyección, con abundante píxel y, sobre todo, con el aspect ratio equivocado, que convirtió a todos los actores en absurdos carapanes.

Toutes les nuits, de Eugène Green 
La opera prima del francoamericano, con la que se abre la retrospectiva que se le dedica este año. Deliciosamente ingenua (tanto en su representación de las relaciones humanas, la amistad y las pasiones, como en su acercamiento a los hechos de mayo de 1968), presenta ya todas las obsesiones y marcas de estilo que caracterizarán el resto de su obra, como los diálogos en dolorosamente perpendicular plano/contraplano o el paso del tiempo.

La primera retrospectiva verdaderamente relevante desde la dedicada hace ya cuatro años a Bruno Dumont. Gijón puede, debe y sabe compatibilizar a estos cineastas ya consagrados con propuestas más vanguardistas y arriesgadas.

¹ Pues eso.

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