11 septiembre, 2009

Lucha

Uno sufre constantemente la erosión uniformizadora del sistema, y el organismo, que no es ajeno a esta circunstancia, dispone de sus propios anticuerpos para atajar las embestidas.

No es necesario quemar contenedores para alejarse de la línea recta, sino que basta con pequeños detalles para autoafirmarse y huir de la alienación.

Entre los muchos megáfonos con los que el mainstream vocea su discurso, uno de los más persistentes es el de las radiofórmulas, que emponzoñan el cerebro hasta de sus oyentes pasivos (es decir, los que la escuchan de fondo sin prestarle atención, porque el compañero de trabajo la ha encendido).

La dominación se manifiesta cuando nos ponemos a silbar o tararear y a la tercera nota nos damos cuenta de que se trata del último single de Carlos Baute. Pero aquí es cuando el ser humano demuestra su espíritu batallador y su negativa a rendirse: en lugar de seguir con una canción que nos produce un absoluto bochorno o detenerse, la solución comúnmente adoptada pasa por fintar ese tema y concatenar notas aleatorias para simular que estábamos improvisando.

No va a colar, pero nos sentiremos más rebeldes, mejor.

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