Cuando le preguntan a uno que si conoce Nueva York, lo de haber cruzado la frontera y rellenado unos documentos absurdos para obtener el visado es casi anecdótico. Todos hemos estado allí, acompañados por guías acreditados como Martin Scorsese, Abel Ferrara o Spike Lee: a través de las panorámicas que se presentan en Malas calles, Teniente corrupto o Haz lo que debas, sin olvidar series como Seinfeld (paradójicamente rodada en Los Ángeles), un señor de Zaragoza sería capaz de conducirse mejor dentro de la gran metrópolis que en la vecina Huesca.
La última ruta turística por la ciudad llega a cargo de la HBO, bajo el formato de serie. NY es la protagonista absoluta de Bored to Death, que cuenta con Jason Schwartzman (en el mismo papel de siempre y no especialmente comedido en lo que se refiere a sus expresiones más características, pero que, en este caso, resultan incluso apropiadas) como anfitrión, encargado de conducirnos por los diferentes paisajes, siempre debidamente señalizados con unas agradables escenas de transición en las que se sobreimpresiona el mapa de la red de metro y retazos del trayecto, confirmando la voluntad de componer una obra que pise fuerte entre las muchas que se han dedicado a esta empresa.
No son casuales la elección de un detective aficionado aspirante a Marlowe como conductor ni la ubicua presencia de la psiquiatría: la principal labor de investigadores y psicoanalistas es la de observar y escuchar, lo que allana el camino para estudiar la galería de tipos que pueblan la gran manzana, especialmente en su vertiente más bohemia, liderada por el nihilista sesentón que encarna Ted Danson (entregado en cuerpo y alma a las series, puesto que el papel secundario en esta lo alterna con el protagonista de Damages más apariciones habituales interpretándose a sí mismo en Curb your Enthusiasm), junto con una sucesión de personajes representativos de ese tipo cuyo máximo terror es el de llegar último a la moda del momento. Por los episodios emitidos hasta la fecha ya han desfilado varios caracteres emblemáticos del underground estadounidense, como Jim Jarmusch (otro cineasta clave en su retrato de esta ciudad, con una memorable escena dando vueltas en bicicleta alrededor de un ático, para buscar a la musa de la inspiración) o Parker Posey.
El referente más inmediato a la hora de etiquetar a esta serie es Sexo en Nueva York, a pesar de las temáticas tan distintas en un visionado somero. En ambas, los fotogramas huelen a la City desde el primero hasta el último (a pesar de las incursiones parisinas de aquella, ilustrando con los manidos tópicos de ciudad del amor el desenlace de la trama principal); ningún episodio queda completamente cerrado hasta que todos sus eventos han sido convenientemente discutidos en alguna original terraza de café. Otro aspecto que va más allá de la mera coincidencia aparece cuando leemos la biografía de los respectivos creadores: Candace Bushnell, inspiradora de aquella, era una columnista en el New York Observer, al igual que su alter ego en la pantalla, la protagonista Carrie Bradshaw; aquí, el creador es Jonathan Ames, cuya columna apareció durante años en New York Press, y que ni siquiera ha mutado su nombre para protagonizar la serie y recuperar su profesión, al servicio de la ficcional revista dirigida por Ted Danson.
Por lo que respecta a las tramas, una pista con respecto al tono con el que se abordan reside en la elección del actor protagonista, un Schwartzman que no está muy lejos de los universos que pobló en Extrañas coincidencias o Viaje a Darjeeling: indefinición entre drama y comedia, con un desprecio manifiesto por la verosimilitud, todo sazonado con música melancólica de corte indie. El tipo de serie a la que viene bien un trayecto no excesivamente largo (la mencionada Sexo en Nueva York no supo detenerse a tiempo; de hecho, aún sigue produciendo epílogos cinematográficos), algo que parecería probable teniendo en cuenta la creciente popularidad en la gran pantalla de su protagonista; sin embargo, y dado el éxito de sus primeros episodios, ha renovado por, al menos, una segunda temporada. Esperemos que su evolución no resulte demasiado decepcionante.
24 octubre, 2009
Malas calles
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