Lo nuestro no tiene nombre; en España, de siempre hemos tenido un enorme complejo de inferioridad (nada de lo que extrañarse, por otra parte: es que somos enormemente inferiores), pero hay casos que ya rozan el absurdo.
Hace cosa de cinco años, llegó a España la gran revolución en el humor: los
stand-up comedians, es decir, tipos que se colocan en un escenario con un micrófono y presentan durante un período que va desde los diez minutos a la media hora, un monólogo sobre cualquier tema extraído de la cotidianidad. Que siempre es el sexo.
La modernidad saluda a esta novísima forma de comicidad, comparándola con la rancia tradición española del
No te rías que es peor, que los avergüenza. Pero, un momento: ¿por qué es más saludable el humor de
El club de la comedia con respecto a
No te rías que es peor? Veamos:
- No te rías que es peor lo presentaba Ramón García, icono de la caspa y el for all the family hispanos, mientras que El club de la comedia lo produce, dirige y presenta... Emilio Aragón.
- En No te rías que es peor se destilaba un humor blanquísimo, poco más o menos como en El club de la comedia.
- Ambos programas cuentan con versiones hard, una con los bolos en las fiestas locales y la otra a través de los monólogos de Paramount Comedy, donde se puede ya insultar a famosos y subir el tono de los chistes: es decir, ampliar el repertorio hasta "de maricones" y "de pajas".
- Mientras que en el primero se cuentan "chistecitos" intrascendentes, en el segundo se hace un sesudo análisis de la realidad social y de las relaciones humanas, en los que se llega a conclusiones como "¿os habéis fijado en que las tías siempre van al baño en grupo?" o "si le has pagado un café, lo que pasa es que te quieres follar a tu amiga".
- La poca consistencia del material con el que se trabajaba en el programa de TVE hacía que los humoristas tuviesen que adoptar personalidades ridículas para añadir algo de gracia a un menú insípido: el señor Barragán, Marianico el Corto, Jaimito Borromeo... algo que no ocurre en la stand-up comedy, como demuestran Don Mauro, el Capitán Vallecas o Roberto Picazo.
Teniendo nuestra propia basura patria, ¿por qué tenemos que importar otra solo porque tenga nombres rimbombantes? Revolquémonos en nuestro propio fango, mientras podamos.